domingo, 10 de enero de 2010

Guerritas


Después de la agitación que provoca el correr cuarenta minutos, me detuve a respirar, en mi bosque, en mi porción de paz. Volví en el tiempo, a la infancia, cuando todo era jugar y vivir a pleno, sin preocupaciones. Apoyado en un tronco, mi mirada se fijó en un árbol, en el conjunto de ramas y hojas proyecté una tarde con mis cuates, pudo haber sido cualquier tarde, todas eran mágicas.
Ví que llegaba de la escuela, tomaba mis tenis y el balón, alguien toca a mi puerta, eran los compitas listos para ir a jugar -mamá, voy a "chutar", regreso en un rato"-, también mi primo estaba listo. Salíamos pues en bola, caminando como un pelotón, dispuestos a morir en la batalla que nos esperaba. Cruzábamos la Avenida, a 200 metros esta la estación de tren, la que separaba nuestra colonia, nuestro lugar, del bosque. Llegamos al lugar, ya estaban "los enemigos" en el lugar, era un pelotón como nosotros, solo que ellos vivían de aquel lado, y si lo pensamos un poco, ellos eran los locales. Niños como nosotros, pero distintos, eran los "fresitas", ya nos comenzaba a contaminar la idea de que hay clases sociales, igual era para divertirnos, y por que no, para demostrar quien era quien. Iniciaba el ritual para formar el equipo, al final los equipos eran formados por los cuates, pero era un ritual que se tenía que hacer.
Comenzaba nuestra "guerra civil". De por medio no había tierras, tesoros, imperios, nada mas que honor y orgullo, aunque el objetivo era ganar y pasarla bien. Eran batallas interminables, desgarradoras, cuando te dabas cuenta te dolía la rodilla y sangrabas por un raspón, eso no detenía a nadie, correr, sonreír, patear un balón, algo tan simple me hacía y sigue haciendo sentir un momento de liberación. Nuestro tiempo estaba limitado por la luz del día, aún en sombras continuaba el espectáculo, hasta que ya no era posible ver parábamos. Nos despedíamos como todos unos caballeros, y fijábamos la hora de la siguiente batalla que sería al otro día. Pasaron años, y las batallas eran cada vez mas distintas, luego inexistentes. Habíamos crecido, cada quien comenzó a librar batallas mas crueles y relevantes en otros frentes.
Recordé al pelotón y esboce una gran sonrisa al darme cuenta, que aún coincidimos y a veces nos juntamos.
-Buenos días joven!!!- me dice una señora que caminaba por ahí, -anda usted muy pensativo joven- Mi mente volvió a mi cuerpo que estaba en éste año y en el mismo bosque. Bueno, relajado me encontré -a trabajar-. De regreso a la actualidad.